PALACIO DE LA ALMUDAINA.playerbcn1






La palabra Almudaina es una palabra derivada del árabe, que significa ciudadela fuera de la muralla, y fue un importante núcleo defensivo.

La Almudaina fue sede del reino independiente de Mallorca durante los reinados de Jaime II, Sancho I y Jaime III, hasta que pasó, en tiempos de Pedro IV, a la corona de Aragón. El actual castillo es resultado de la modificación del alcázar musulmán iniciado en 1281.


El Palacio Real de la Almudaina da muestra del importante poder de los reyes mallorquines y de la historia del reino. La edificación está formada por un torreón rectangular que albergaba el Palacio del Rey, el Palacio de la Reina, una sala denominada Tinell, la Capilla Real y los patios. Interiormente destaca la decoración de diversos tapices y mobiliario de diferentes monumentos históricos.

En la actualidad es utilizado por Su Majestad el Rey como residencia para ceremonias oficiales durante el verano.









Los años 1327-1387 marcan los inicios de la decadencia política de la Corona. Cuando cesó la expansión, hubo graves dificultades para retener las posiciones ganadas y, aunque algunas piezas desgajadas de la Corona (Mallorca, Sicilia) fueron reincporporadas, quedó en evidencia que las bases materiales de la monarquía, en aquella época de crisis, apenas podían sostener el edificio construido. Y, como si la historia se repitiera, las dificultades exteriores se tradujeron en un renacimiento de la oposición interior a la monarquía. Esta es, en resumen, la historia de los reinados de Alfonso el Benigno (1327-1336) y Pedro el Ceremonioso (1336-1387).
Como de costumbre, la política interior y exterior de la Corona se condicionaron mutuamente. En tiempos de Alfonso el Benigno, las continuas revueltas sardas y la guerra naval con Génova, derivación de la conquista de Cerdeña, obligaron a las ciudades, sobre todo las de dominio real, como Barcelona, a hacer fuertes contribuciones que se sufragaron con el incremento de los impuestos, y a sufrir penalidades como el hambre de 1333, cuando las naves genovesas impidieron la llegada a Cataluña del trigo sardo y siciliano.





El proyecto de una cruzada contra el reino de Granada, acordada con Castilla (acuerdos de Tarazona, 1328 y 1329), sirvió a Alfonso para intentar obtener subsidios de las Cortes y colaboración militar de sus súbditos, pero el monarca nunca obtuvo las cantidades que deseaba, ni siquiera el total de las concedidas (una gran parte del dinero recaudado iba directamente a manos de funcionarios y magnates), y los nobles y las órdenes militares le regatearon la ayuda militar necesaria. Probablemente había comenzado entonces, en Cataluña, un distanciamiento entre la nobleza y la monarquía, patente en las cortes de Montblanc, de 1333, donde el rey, quizá apoyado por las ciudades, se negó a satisfacer demandas del brazo militar. Lógicamente, en estas condiciones, el monarca no pudo llevar al frente grandes contingentes y las operaciones bélicas, intermitentes y de carácter local, no dieron resultado (1329-1334).







En Valencia, la monarquía tenía interés en resolver el problema del dualismo, que se había producido a raíz de la conquista y organización del territorio, entre el Fuero aragonés (defendido por nobles aragoneses afincados en el reino) y el Fuero valenciano (defendido por Valencia, las villas reales y una parte de la nobleza y el clero). La intención del rey debía ser la de convertir al Fuero valenciano en ley única y universal del reino, pero la oposición de la nobleza aragonesa le obligó a adoptar la estrategia de reformar el Fuero valenciano para hacerlo atractivo a las zonas que se regían por el aragonés. Los Fueros alfonsinos resultantes de la reforma contenían concesiones jurisdiccionales tan amplias que, de hecho, y quizá sin pretenderlo, venían a reforzar las posiciones señoriales en territorio valenciano, al ampliar las facultades jurisdiccionales de los señores que los aceptaran. Por tanto, aunque quizá no se pueda decir que hubiera una pugna foral que fuera derivación de un enfrentamiento entre nobles y ciudadanos, sino más bien la voluntad de la monarquía de unificar el marco jurídico, seguramente se puede concluir que la solución adoptada alteró el equilibrio de fuerzas. Algo parecido pudo suceder con los proyectos del monarca de enajenar una gran parte del patrimonio real valenciano en provecho de sus hijos menores, los infantes Fernando y Juan, hijos de su segunda mujer, Leonor de Castilla. Naturalmente estos proyectos, aunque interesaban personalmente al rey, lesionaban los intereses de la Corona, al debilitar la fuerza material y jurisdiccional del rey en el territorio valenciano. Eran también contrarios a los intereses del heredero, Pedro el Ceresmonioso, y contaron con la radical oposición de las ciudades valencianas, con Valencia a la cabeza, mientras la nobleza de los reinos se dividía. Se preparó así el terreno para los grandes conflictos del reinado siguiente.




En Mallorca, esta iniciativa popular ya se había manifestado en el malestar creado por la aplicación de medidas abusivas, en el pago de impuestos, lo que provocó desórdenes en Muro, Sineu, Llubí, Sa Pobla, Andratx y Bunyola, pero sobre todo en Palma donde el pueblo desató su ira contra los miembros de la familia del ministro Miguel Cayetano Soler que ocupaban cargos importantes a nivel provincial y cuya ostentación a veces resultaba insolente. Los ultrajes, insultos y hasta acciones violentas contra ellos motivaron la intervención de las autoridades.

Al iniciarse en Madrid el movimiento popular del 2 de mayo tuvo su repercusión posterior en Mallorca. Ante la presión general concretada en los ataques virulentos a la numerosa saga de los Soler y ante los ataques a Godoy ridiculizado en público desfile, se formó la Junta Suprema Gubernativa del Reino de Mallorca de la que formaron parte la autoridades y otras personas destacadas. Algunas de éstas no agradaron al pueblo que manifestó su descontento contra José de Elola y Nicolás Cava que habían propuesto reprimir al pueblo en sus manifestaciones; lo mismo hizo con el Vizconde de Fontagne y el canónigo Marcos Ignacio Rosselló. Más adelante el pueblo manifestó su desagrado por la presencia del general D. Juan O’Neille y D. Miguel de Victorica, representante de la Inquisición que, junto con los anteriores, tuvieron que abandonar la Junta Superior.



Al evolucionar los acontecimientos y extenderse la guerra, el pueblo tomó conciencia de la nueva situación a lo que contribuyó la llegada de los primeros refugiados procedentes de la península. En el mes de julio de 1808 se creó la Junta de Guerra con el fin de aunar el esfuerzo común para hacer frente a los franceses y fue tal el entusiasmo popular que se crearon numerosos cuerpos de fuerzas armadas de las que formaron parte elementos del pueblo masivamente dirigidos por una oficialidad procedente del cuerpo de Milicias Provinciales o del ejército regular. Recordemos el Regimiento de Voluntarios de Palma (creado por el Marqués de Vivot), la Compañía de Caballería (por D. Miguel Santandreu y otros ocho ciudadanos), los Cazadores Voluntarios de Palma (por D. José Amer de Troncoso, junto con otros caballeros), la Compañía de Infantería (por D. Juan Oliver), la Compañía de Voluntarios (por D. Antonio Colom). En total se crearon ocho cuerpos de voluntarios algunos de relevancia menor. Todo ello sin menoscabo de los elementos que entraron a formar parte del ejército regular o de los cuerpos promocionados por el Estado para el esfuerzo de la guerra, como fueron las Milicias Provinciales, las Milicias Urbanas, las Milicias Urbanas Forenses y las Milicias Honradas. Mención aparte merece la aportación que se prestó en la formación de la División Mallorquina o de Whittingham, en la que el segundo jefe era el Marqués de Vivot y en cuya oficialidad figuraban jefes y oficiales mallorquines aparte de la tropa reclutada al efecto.

Otro capítulo lo constituye la aportación de donativos procedentes de las clases altas o de empresas comerciales, algunos de gran cuantía (la casa de Canut y Mugnerot entregó 40.000 reales de una vez y otros 2.000 mensuales), mezclados con otros muchos, unos curiosos, como el de proporcionar vestuario para las numerosas tropas que corrió a cargo de los judíos conversos (los individuos llamados de la calle). A ellos hay que añadir los cedidos por todo el pueblo para hospitales, singularmente el de Tarragona, que en su conjunto representaron una gran ayuda concretada en la entrega de ropa y otros enseres.



El odio a los franceses estuvo tan extendido que constituye una nota característica de la vida en aquellos azarosos años. En Mallorca hay dos períodos de relieve especial en este orden que corresponden a los años 1809 y 1812. En el primero se tomaron providencias respecto a los franceses residentes en Mallorca, unos residentes por motivos comerciales desde hacía años y otros inmigrados huyendo de los estragos de la Revolución Francesa, aparte de los prisioneros franceses que fueron remitidos a la Junta Superior de Mallorca para su custodia. Hubo incidentes promovidos por el pueblo contra prisioneros que estaban en la Torre del Angel, contra casas comerciales de origen francés, como la razón Canut y Mugnerot, y contra los franceses en general, cuyo censo se realizó como elemento de control. Otros escándalos fueron promovidos por los capitanes Antolín Requilón y Félix Merino que derivaron en luchas callejeras. En 1812 la aversión a Francia se puso de manifiesto en una campaña que llegó a extremos como el de prohibir los matrimonios entre hombres y mujeres de ambos países y en expresiones aparecidas en algún diario alguna de este tenor: Maldito sea el nombre francés, odio inextinguible a la Francia.

Otra nota característica se encuentra patente en las diatribas periodísticas seguidas por el pueblo con entusiasmo clamoroso, interviniendo a favor de la ideología liberal o en su contra, defendiendo el antiguo absolutismo. Estas tensiones provocaron hechos revolucionarios cuando se decretó la extinción del Tribunal de la Inquisición que ocasionó los graves incidentes del 30 de abril de 1812, o por el contrario manifestaciones a favor de la Constitución de 1812.

La misma iglesia no permaneció indiferente en estas cuestiones. El Obispo de la diócesis Bernardo Nadal y Crespí, hombre de clara tendencia liberal, instó a la lucha contra los franceses entre los elementos jóvenes del clero que gobernaba, cuya mayoría era de tendencia absolutista, sobre todo en las órdenes religiosas. Además cedió edificios para instalaciones militares en varias ocasiones.


La participación masiva del pueblo en los incidentes de la política y la guerra crearon un clima propicio para que el pueblo defendiera o reprobara las tendencias liberales o absolutistas y de esta forma las generaciones posteriores surgidas en este ambiente, intervinieron directamente en las opciones políticas de los años subsiguientes. Cuando el liberalismo toma cuerpo e inicia su consolidación, la masa de la población determinará cada vez con más insistencia la defensa de sus posiciones en la vida de Mallorca y, unas veces con acierto y otras no, provocará que la vida política se desarrolle según su aprobación y consenso.




Desde septiembre 2009, el último sábado de cada mes a las 12,00 horas en punto y delante delPalacio de la Almudaina, se produce el ya famoso cambio de guardia de honor realizado por soldados del regimiento de infantería ligera Palma 47.

La particularidad de este acontecimiento es que los soldados visten uniformes de época del cuerpo de voluntarios creado en 1808, de esta forma se rememora los antiguos relevos de la guardia del Palacio, cuando era la residencia oficial de los virreyes de Mallorca.




El reinado de Pedro el Ceremonioso se caracterizó, en el Mediterráneo, por la defensa del dominio sobre Cerdeña frente a las revueltas sardas y las intrigas de Génova, y por el propósito de reintegar Sicilia y Mallorca; y, en la Península, por una lucha feroz, dura y cruel, entre la Corona de Aragón y el reino de Castilla. Los esfuerzos invertidos por la monarquía, que, en buena medida, había agotado sus recursos patrimoniales en la expansión, obligaron a una dependencia creciente de las Cortes y de sus subsidios, lo que debilitó la posición política de la monarquía frente a los estamentos y agravó las dificultades económicas de las clases populares. La situación derivó en graves crisis políticas




El Ceremonioso, que pretendía fortalecer el poder monárquico y sustraerse a las interferencias de los grupos oligárquicos, no reunió Cortes entre 1336 y 1347. Los estamentos aragoneses, defensores del nuevo rey cuando era príncipe heredero y tenía que enfrentarse a las pretensiones paternas de entregar una parte del patrimonio real de Valencia a sus hermanastros, creyeron que había llegado entonces el momento de imponerse en la dirección política de la Corona. El entendimiento entre la monarquía y los poderosos de Aragón efectivamente funcionó hasta 1343-44 en que el monarca, cediendo a los intereses (o compartiéndolos) de los estamentos catalanes, empezó a involucrarse a fondo en la política mediterránea (reincorporación de Mallorca), al tiempo que ordenaba su gobierno y política en un sentido autoritarista.


Vale la pena visitar este palacio, dejarnos llevar a otra época y pasear entre los muros que vieron el día a día de quienes lo habitaban.

Durante la conquista árabe de Palma la ciudad fue reconstruida, y en una de las zonas escogidas se construyó un Alcázar, destinado a ser un edificio defensivo y en el cual residirían los gobernadores musulmanes (Walíes) hasta finales de 1229. Una vez conquistada la ciudad por Jaime I, y a lo largo de varias generaciones, el palacio sufrió modificaciones que lo acercaban más a la religión cristiana, como por ejemplo la capilla que se construyó en el interior del recinto amurallado, o la Torre del ángel, donde se puede observar la figura de un ángel protector.

A día de hoy lo que encontramos en su interior es la recreación de la decoración de las estancias, sorprenden sus gigantescos tapices, así como las descomunales chimeneas en las habitaciones, aunque no se queda atrás el llamativo mobiliario, delicadas y trabajadas piezas de artesanía dan calidez al recinto. Desde la terraza se obtienen unas bonitas vistas del paseo marítimo de la ciudad, así como del Parque de la Mar. Los patios interiores son también ricos en detalles, como la fuente regada por un surtidor en forma de león.

Abren todos los días excepto el domingo, y el precio de la entrada ronda los 3 €, si podéis montároslo para ir un Miércoles mejor que mejor, pues para los Ciudadanos de la Unión Europea, ese día es gratis entrar. La entrada al Palacio está enfrente de la Seu, la catedral de Mallorca
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En el Palacio podemos distinguir varios núcleos: el palacio del Rey, el Palacio de la Reina, la Capilla del Rey o Capilla de Santa Ana, la Capilla de la Reina o Capilla de San Jaime, el Huerto del Rey, los Baños Árabes, el Huerto de la Reina, el Patio de Armas, el Patio de la reina, el Arco del Mar, una muralla protegida por 14 torres.

Destaca nada más entrar al Palacio su hermoso patio, el Patio del Rey con su refrescante fuente, que no podremos contemplar en todo su esplendor hasta que no realicemos la primera parte de la visita en el interior del Palacio. Entonces, nos esperan los ricos tapices, los muebles y las pinturas majestuosas que representan distintos reyes y episodios históricos.





La salida a la terraza exterior nos depara unas vistas espléndidas del Paseo Marítimo de Palma, frente al Mediterráneo,  el Parc de la Mar y con el Castillo de Bellver al fondo.

Antiguamente se accedía al Palacio desde el mar, y recuerdo de ello es el pequeño estanque con cisnes que ha quedado a sus pies, coronado por el gran arco de piedra que se puede recorrer desde el exterior. Si nos fijamos, observamos las escaleras que suben por la pared hasta el Palacio.

En la primera planta nos esperan las estancias del rey y la Reina, y el comedor Real, con una decoración ostentosa y un mobiliario que destacan en el perfil sobrio de los muros.













Os recomiendo un paseo por su interior para descubrir todoel esplendor del Palau Reial de l’Almudaina en Palma de Mallorca, testigo del poder y de la historia balear hasta nuestros días.




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