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Montblanc fue fundado por Alfons I el febrero de 1163



En el paleolítico, la zona montañosa del municipio de Montblanc ya estaba habitada.
Entre los siglos IV y I aC en el Pla de Santa Bàrbara hubo un poblado íbero.

 También se han localizado restos romanos datados entre los siglos II aC y II dC.
En los siglos X y XI, durante el período de reconquista, vuelven a aparecer núcleos de población tras siglos de abandono
.






A las pestes y malas cosechas se unieron a finales del siglo XV las guerras de Juan II contra la Generalitat. La población sufrió un gran descenso, las casas abandonadas cayeron, las murallas quedaron en muy mal estado y Montblanc se convirtió en un pueblo medio en ruinas.

Pese a ello, se acabaron edificaciones que estaban iniciadas y se construyó el Palacio del Castlà (representante militar del rey). En el siglo XVI hubo una ligera recuperación y se construyó el cuerpo sobresalido de la casa de los Desclergue, se restauró el Pont Vell y se levantó el claustro de l’Hospital.

Durante la Guerra de los “Segadors” (siglo XVII) se destruyó parte de la muralla, la fachada de la iglesia de Santa Maria y se quemaron los archivos. Se sufrieron múltiples asaltos, saqueos e incendios que acabaron con la inicial grandeza de Montblanc, que perdió definitivamente su peso político y también económico.


Entre los siglos IV y I aC, en el Pla de Santa Bàrbara hubo un poblado íbero, que se supone vio pasar a las tropas de Aníbal con sus elefantes en su trayecto hacia la conquista de Roma (218 aC).


Montblanc ha tenido tres topónimos a lo largo de la historia. Hacia 1080 se comenzó a poblar Duesaigües, cerca de la confluencia de los ríos Francolí y Anguera, lugar que pasó a denominarse Vila-salva a partir de 1155, convirtiéndose en villa real. En 1163 se traslada la población hacia la actual ubicación y se adopta el nombre de Montblanc. 







Tropas de Montblanc acompañaron a Jaume I en la conquista de Mallorca y Valencia. En Valencia se dio el nombre de Montblanc a una calle o barrio, en agradecimiento a la contribución en la empresa.



Hacia 1080 se creó el primer núcleo de población (Duesaigües) cerca de la confluencia de los ríos Francolí y Anguera. Se convierte en definitivo hacia 1150, ya finalizada la reconquista.

Ramon Berenguer IV, en 1155, 50, cedió la primera carta de población y nombró alcalde a Pere Berenguer de Vilafranca. Cambió el topónimo por el de Vila-salva (villa salvada de impuestos, ya que deseaba favorecer su desarrollo).




Entre los privilegios de Vila-salva cabe citar una extensa jurisdicción, la exención de pagar censos y el uso franco de dos elementos fundamentales para el progreso económico: los derivados del bosque (leña para la construcción y los hogares) y es usufructo de las aguas (agricultura, molinos e industria del lino y el cáñamo).

Como que Vila-salva estaba bajo la amenaza de inundaciones y en una zona baja difícil de defender, Alfons I ordenó a Pere Berenguer el traslado de Vila-salva hacia la colina del Pla de Santa Bárbara. Se quería una villa fuerte a medio camino de Tarragona y Lleida, y con una situación estratégica.




En 1170 aparece documentado el castillo en lo alto de la colina y poco más abajo la primitiva iglesia románica de Santa Maria.
Durante el siglo XII la villa recibió diversos privilegios y favores reales otorgados para incentivar su crecimiento a la vez que ya disponía de mercado. Pero será en el siglo XIII cuando la villa vivirá una expansión urbanística y demográfica, gracias a exenciones, prerrogativas, la concesión de ferias y mercados. También se constituirá el municipio, se fundará el Estudio Mayor, las Escribanías Reales, etc.
Montblanc se convirtió en capital de veguería pasando a ser un centro administrativo, politicomilitar y religioso de un extenso territorio, y en una de las más importantes ciudades del sur de Cataluña. La actividad principal de sus habitantes era la agricultura, aunque abundaban los artesanos (entre los que destacaban los traperos).




En esta época se iniciaron las obras de los principales monumentos de la villa: de la iglesia de Sant Miquel, de los conventos de Sant Francesc, de la Serra y de la Mercè, y del hospital-iglesia de Sant Bartomeu y de Santa Magdalena. Y también de algunos edificios civiles como el Ayuntamiento, el Palacio real y la casa de los Josa.
Se pobló la judería cerca de la calle Riber que, con el paso delos años, adquiriría una gran importancia económica y comercial.
La villa llegó a su máximo esplendor durante la primera mitad del XIV cuando se consolidó como una población con un peso político importante y con una dinámica socioeconómica remarcable. Fue la séptima ciudad de Cataluña. Se celebraron cuatro veces Cortes Generales y se creó el Ducado de Montblanc (1387).






















Pese a las negativas consecuencias de la guerra de Sucesión, con más saqueos a la villa, y alguna otra epidemia, inundaciones y malas cosechas, el siglo XVIII significó la recuperación de Montblanc gracias al desarrollo agrícola.

Durante la segunda mitad del siglo se vivió una verdadera explosión demográfica. Llegan emigrantes y la población crece cerca de un 300%. Esto supuso que se edificase nuevamente: se levantan terceras plantas, se recuperan antiguos inmuebles en ruinas, se construyó en huertos y adosado a la muralla, etc.











La actividad económica se multiplicó. La zona del Raval se convirtió en una incipiente zona artesanal e industrial, y los cultivos de cereales fueron sustituidos por la vid, que a lo largo del siglo XIX se extendió por todo el municipio hasta llegar prácticamente al monocultivo.

Las comunicaciones favorecieron el desarrollo económico del siglo XIX, puesto que facilitaron las transacciones comerciales. Se abrieron las carreteras del collado de Lilla (1821) y de Reus (1843) y, finalmente, llegó el ferrocarril (1863). 





El municipio de Montblanc consiguió su máximo histórico de población en 1860 con 6.628 habitantes durante el período denominado de la Fiebre de Oro.

Entre 1873 y 1880 se construyó la carretera transversal (actual calle de la muralla de Santa Tecla), que sustituirá a la calle Mayor como zona de tránsito y provocará un nuevo desarrollo urbanístico. Se crearán nuevos servicios como la iluminación de gas, la construcción de las primeras aceras, una mínima red de alcantarillado, fuentes públicas, un nuevo cementerio, etc.







A través de sus rincones, calles y plazas, el visitante puede percibir historias y leyendas vivas. Precisamente dos leyendas dan vida a dos fiestas muy destacadas de la villa como son la Semana Medieval de la Leyenda de San Jordi y las fiestas de la Serra que se celebran cada 25 años desde el 1906.


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