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Varios historiógrafos atribuyen el nombre de Maó al general cartaginés Magón. Sesudos investigadores de lenguas semíticas se inclinan más bien hacia la etimología "Maguen", que significa escudo o protección, por la seguridad que el puerto de Maó -uno de los más seguros y bellos de Mediterráneo- daba a las naves de Cartago. Lo que si es cierto, es que es un lugar donde se puede pasar el tiempo contemplando su belleza e inmensidad y no darse cuenta.





La casa Consistorial impresiona por su serenidad renacentista del siglo XVII. Un templo, de factura ojival, pero planta de cruz griega, y por desgracia muy mal restaurado, en su exterior, el la antigua iglesia ortodoxa dedicada a San Nicolás de Mira, a mediados del siglo XVIII, por la floreciente colonia griega de armadores y comerciantes que se ampararon en las libertades británicas para conseguir un lugar para el culto









La ciudad de Mahón tiene una historia milenaria que se origina en un promontorio de la ribera sur del puerto. Los primeros núcleos de población ocupan un pequeño espacio rodeado por peñascos del puerto y por los barrancos de Baixamar, de es Freginal y de la Clota. Durante la Edad Media la ciudad se cierra en sucesivos recintos amurallados, pero, con el tiempo, busca zonas de expansión y crece más allá de las murallas. Después, convertida en capital de la isla, configurará el moderno núcleo urbano.
Un paseo por las calles mahonesas nos muestra toda la riqueza del legado histórico acumulado en estos siglos de existencia, y las diferentes arquitecturas y los monumentos de la ciudad nos desvelan las huellas de los numerosos pueblos que han pasado por la isla.







Parroquia de la Concepción; su mérito histórico es haber sido un templo griego, único en España, por las circunstancias históricas de Menorca. Ya fuera de la población, la ermita de la virgen de Gracia, Patrona de Maó, presenta el contraste de su nave del siglo XV con una deliciosas estatuillas de María y de Arcángel San Gabriel, y la capilla mayor y carmín, de un barroco opulento. Digno de especial mención es el órgano monumental de la iglesia parroquial de Santa María, construido en 1810 por el suizo Kyburz; es uno de los mejores de su época.


















Según los historiadores, el puerto de Mahón es el mejor enclave estratégico natural de todo el Mediterráneo occidental y constituía la entrada principal a la isla. A consecuencia de ello, las actuaciones en el puerto han sido motivo de preocupación y batallas.
Las comunicaciones con el exterior se realizaban fundamentalmente vía marítima y, por esta causa, los menorquines reclamaban la mejora en la frecuencia del correo (que obligó, por tanto, a una mayor frecuencia del transporte marítimo).
Las visitas de los grandes barcos de guerra en el puerto eran habituales y de gran expectación ciudadana, con movilizaciones de los habitantes de las diferentes poblaciones hacia Maó. La ciudad festejaba y se celebraban regatas con música y fuegos artificiales en la Isla Pinto. Esta última tradición aún perdura para las fiestas del municipio.








Si llegáis a Menorca por mar en el crucero de noche, lo haréis por el puerto de Maó al amanecer. Al entrar en el puerto, apresuraos a subir a la cubierta del buque y abrid bien los ojos. Al principio la luz aún cenicienta del alba no os dejará sino entrever los contornos de la entrada, más bien angosta. Luego la luminosidad "in crescendo" os hará distinguir los severos muros del antiguo Lazareto -teatro en otros tiempos de tantas tragedias y hoy día riente lugar de vacaciones estivales para el personal facultativo del Seguro de Enfermedad-; el perfil de la fortaleza de Isabel II (La Mola) y enfrente el alegre pueblo pescador Es Castell, que tiene el privilegio de ser la población más oriental del territorio español.








El rosicler de la aurora, al reflejarse en el mar, da a la naturaleza una transfiguración de hermosura que os llenará de asombro. Notaréis que la tersa superficie del puerto se ensancha. en sus riberas destacan blancos y graciosos chalets. Pasaréis junto a la "Illa del Rei" -porque aquí desembarcó Alfonso II de Aragón en 1287-, llamada también por los ingleses "The Bloody Island" ("La isla Sangrienta"), porque en ella establecieron un hospital militar, que, aún después de devuelta Menorca a España, perduró como tal hasta hace pocos años. Y por último, a la izquierda, y hacia el fondo del puerto, divisaréis, hermosa bajo los rayos del sol mañanero, encastillada en un repecho rocoso, coronada de torres y cúpulas de sus templos, con las alturas de sus modernos edificios, la ciudad de Maó.


En el siglo XVIII se convirtió en objeto de deseo de ingleses, franceses y españoles, entre los que se disputaron en distintas batallas.
Los ingleses permanecieron en la isla tras el Tratado de Utrecht, de 1713 a 1755, con el primer gobernador Richard Kane a la cabeza. Más tarde, se dieron otras etapas de dominación inglesa en breves períodos intercalados: desde 1763 hasta 1781 y desde 1798 hasta 1802.
Dejaron como legado la bebida más popular de Menorca, el Gin Xoriguer, con su fábrica ubicada actualmente en el puerto, o la casa de verano Golden Farm, situada al otro lado del puerto y donde dice la leyenda que el almirante Lord Nelson vivió un romance con Lady Hamilton.
Estos años de soberanía inglesa se intercalaron con una breve dominación francesa y unos años de reincorporación a la Corona Española. El 18 de abril de 1756 desembarcaron en Ciutadella 12.000 soldados franceses al mando del Duque de Richelieu. Las tropas francesas cruzaron la isla, dirigiéndose al Castillo de San Felipe. El 20 de mayo se entabló combate naval entre una escuadra francesa y una inglesa, frente a la bocana del puerto de Mahón, con la victoria de los primeros, aunque por la Paz de París de 1763, Francia tuvo que volver Menorca a los británicos.
El año 1782 los ingleses tuvieron que rendirse ante la escuadra franco-española, dirigida por el Duque de Crillón, aunque Menorca aún pasaría por otra dominación inglesa, que terminó en 1802. Este año, por el Tratado de Amiens, los ingleses fueron obligados a volver todos los puertos e islas del Mediterráneo, entre los que estaba Menorca.








Poco antes de entrar hay que detenerse para poder contemplar el puerto y se recomienda estos tres lugares para verlo a la perfección: la plaza miranda, o junto ala entrada de la iglesia de San Francisco, o en el mirador que se abre al fondo de una calleja, cerca del ayuntamiento, que conserva el nombre de evocación medieval, de "calle del puente del Castillo", pero para poder captar toda la belleza del puerto de Maó, hay un lugar más estratégico: desde el predio señorial de San Antonio que se levanta sobre una loma al otro lado del mismo puerto. Es un edificio de estilo neoclásico, que por su situación inmejorable denominaron los ingleses La Qinta de Oro, "the Golden Farm", y también "The Nelson's house", porque aquí pasó unos días a finales del siglo XVIII.




Inglaterra dejó en Maó un sello inconfundible, desde que el año 1722 el gobernador Sir Richard Kane trasladó a esta ciudad la capitalidad de la isla que desde la dominación árabe tenía Ciutadella. Los funcionarios británicos hicieron mucho para favorecer a Maó, y sus habitantes medraron rápidamente, por el comercio activo que ejercían amparados por los buques británicos, por el dinero que allí dejaban los marineros y soldados de Su Majestad, incluso por el Corsario.












Maó se asienta sobre una altura rocosa; de aquí que sean características sus cuestas, algunas bien pendientes, como la de Deyá; otra, la más popular y concurrida, con el nombre de Hannover, en homenaje ala dinastía alemana que ocupó el trono inglés cuando Menorca pertenecía a Gran Bretaña.
























Hay vestigios medievales, como el "Portal de San Roque", una de las antiguas puertas de las murallas de la ciudad, defendida por un bastión almenado, o la vetusta calleja que junto al palacio del gobernador Militar desciende al puerto, en cuyos arcos unos autores ven vestigios árabes y otros opinan que son del siglo XIV.






















Así comenzó una burguesía rica e influyente, liberal por el contrato de muchas gentes que, de paso en buques de todas banderas, o bien huyendo de la revolución francesa primero y de las guerras napoleónicas después, residieron en la capital menorquina.

Más tarde decayó el carácter cosmopolita de la ciudad, y por sus calles en cuesta deambulaban funcionarios públicos y militares -siempre ha sido Maó eminentemente marcial-. Apenas tenía industria, mientras que hoy día su polígono industrial es el más completo y mejor dispuesto de la isla. El viejo Maó cuenta con monumentos notables.







Las agencias turísticas no dejan nunca de proyectar, dentro del espeso programa de actos, una audición del famoso órgano; y es curioso notar que mientras los melómanos se deleitan con fugas de Bach, otros menos aficionados al divino arte aprovechan el ratito de descanso y el frescor del templo para descabezar un sueño. Maó desde el siglo XVIII siente mayores inquietudes intelectuales que la mayoría de pueblos de Menorca. Durante la segunda dominación inglesa se estableció aquí una academia que cuidaba la gramática y literatura catalanas, en época en que la Cataluña peninsular la lengua vernácula estaba sumida en gran decadencia









El puerto de Mahón está repleto de una riqueza histórica merecedora de contemplar. No hay espacio del puerto que no guarde algún hecho anecdótico deseable de ser escuchado.
Desde la famosa sirena Mô, pasando por La Colársega y por las islas del Rey, Pinto y Lazareto, hasta la fortaleza de La Mola, no hay detalle desperdiciable.
En cambio, si lo que se quiere es hacer una visita del puerto en su conjunto sin detenerse, se puede elegir la opción de hacerlo a través de una excursión en uno de los catamaranes de visión submarina, que ofrece un recorrido guiado por el puerto de Mahón para aquellos que prefieren una explicación resumida de las zonas destacables.

Pero para hacerse una idea más concisa de lo que vamos a visitar, hay que hacer una descripción más detenida de los puntos de interés del puerto de Mahón, empezando por el extremo más levantino, recorriendo todo el muelle de poniente y la zona industrial, deteniéndonos en las particulares islas que lo caracterizan, terminando en la pequeña península de La Mola, donde todavía se conserva gran parte de los edificios que formaban parte de la fortaleza de Isabel II.


Hombres de ciencia comos el Dr. Mateo Orfila Rotger, famoso toxicólogo y padre de la medicina legal, pintores como Pascual Calbó Caldés, naturalistas como Francisco Cardona y Orfila, músicos como Jaime Alaquer y Benito Andreu, historiógrafos como D. Juan Ramis y Ramis y D. Francisco Hernández Sanz, literatos, hombres de la milicia y el foro, han sido hijos de Maó y han honrado su población. Actualmente dos entidades representan este movimiento intelectual: el Ateneo Científico, Literario y Artístico y la Casa de cultura, donde existe el museo de Menorca, así como un buen archivo y biblioteca.







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