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Si no viviera en Barcelona, viviría en Girona. Siempre lo he pensado y, tras pasar unos días explorando la ciudad pero gran parte de mi fascinación por la ciudad está en su tamaño (ideal para ir andando a todas partes), sus calles peatonales encantadoras, su intensísima actividad cultural (Girona Temps de Flors, festival de Teatro Temporada Alta, Fiestas de Sant Narcís…) y su proximidad con la naturaleza (léase también fascinación por las ciudades con un río en medio).






El recorrido puede hacerse tranquilamente en un día y os permitirá para descubrir los secretos mejor guardados de la ciudad: leyendas sobre moscas, entrenos de los Castellers, ojos que espían, plazas minúsculas e incluso un mapa de París escondido en plena rambla. ¿Me acompañáis?






El paseo puede empezar en el Pont de Pedra, uno de los principales puentes de la ciudad sobre el río Onyar. Desde el Pont de Pedra empiezan las Ramblas de Girona, en las que abundan las cafeterías y terrazas. Si andáis por debajo de los arcos, aseguraros de ir mirando el techo; descubriréis un mapa de París! En ese punto de la ciudad había, hace tiempo, una tienda con productos de París, que no tenía el éxito que esperaba porque los habitantes de Girona no sabían nada de los encantos de la capital francesa. Por eso, pintaron un mapa de la ciudad para que la gente aprendiera un poco más sobre París y se interesara por la tienda. Hoy, en el lugar de la tienda original hay vestidos de novia… ¡Seguramente, la moda nupcial más parisina de Girona!







En las mismas Ramblas, observaréis que en las esquinas de los arcos hay pequeñas estatuas de aspecto fabulístico. Dicen que desprenden un karma un tanto especial que hace que la gente se enamore al pasar por allí. No puedo demostrar que sea una ciencia exacta pero seguro que poniéndolo cariño y atención, conseguimos el objetivo deseado.
Y de la Rambla más francesa pasamos a la plaza más pequeña del mundo: la Plaça del Raïms, a la que se accede desde el carrer de la farmacia, en el que también encontraréis un gran “ojo” espía en una de las fachadas. Dicen que en esa calle había una escuela de música y, los padres, para asegurarse que sus hijos acudían a clase, hicieron este agujero para tenerlos controlados.




Toda esta parte del casco antiguo está llena de calles con nombres de gremios y profesiones. Merece la pena dar un paseo por la Plaça del Vi, Carrer de les Ferreries Velles, Carrer dels Mercaders… Todas ellas peatonales y coquetas. Pero volviendo a nuestra ruta, nuestra próxima parada son las escaleras de la iglesia de Sant Martí, en la Pujada de Sant Martí, un lugar encantador que cobra vida durante la exposición al aire libre de Girona Temps de Flors, en la que la iglesia abre al público y las escaleras se convierten en una gran alfombra floral, como prácticamente todas las calles de la ciudad. Temps de Flors se realiza cada año durante el mes de mayo. 







































Hay constancia de que a principios del siglo IV Girona era sede episcopal y por tanto debía tener una iglesia como sede quizás destruida en aquel período.
Aproximadamente hacia el año 326 la catedral destruida, si es que existió, se reconstruyó y se abrió al culto por un período de cuatro siglos. Se desconocen totalmente las características del templo si bien, cabe suponer que su emplazamiento fuese el mismo que el anterior y del templo romano y su estructura en forma de basílica característica de los edificios constantinianos.
A principio del siglo VIII (717) los árabes conquistaron Catalunya y ocuparon también Girona y, si bien dieron libertad de culto a los cristianos, exigieron la catedral para convertirla en mezquita y la Seo fue trasladada a la primitiva iglesia de Sant Fèlix hasta que, en el año 785 los ejércitos de Carlomagno reconquistaron la ciudad y se procedió, acto seguido, a la purificación de la Catedral y a la renovación del culto que vino celebrándose sin interrupción hasta principios del siglo XI concretamente hasta el 1015.










En el año 1010 Pere Roger fue nombrado obispo de Girona, hijo del Conde de Carcassona y hermano de Ermessenda, esposa de Ramón Borrell Conde de Barcelona. Constató el obispo estado lamentable en que se hallaba la Catedral hasta el punto que no podía celebrarse los oficios divinos en los días de lluvia por las numerosas goteras que existían en la destartalada techumbre. Pere Roger acudió a su cuñado y recibió una generosa ayuda que le permitió empezar la catedral románica en el año 1015. Los trabajos se llevaron a cabo con tanta rapidez que el templo pudo ser consagrado, con gran esplendor y con la asistencia de numerosos obispos, abades y nobles el 21 de septiembre de 1036.De la catedral románica sólo nos quedan los claustros- según muchos autores son posteriores al templo y pertenecen al siglo XII- y la mitad norte del campanario, ya que la otra mitad tuvo que ser derruida al construir la nave gótica actual.





Por todo ello, en la descripción de la Seo, iremos siguiendo un orden cronológico que nos viene dado por los propios constructores del románico, del gótico y del neoclásico abarrocado, durante el gran lapso de tiempo que va desde el año 1015 hasta el 1962 y conocer los motivos por los que en un mismo templo, se hallan mezclados estilos tan dispares sin que se desvirtúe lo esencial y fundamental de la catedral gerundense, que es testimonio, por encima de todo, de la escultura románica y de la arquitectura gótica.




CAMPANARIO.

Se denomina, vulgarmente, Torre de Carlemany y esta situada en el extremo oriental del ala sur del claustro. Originariamente era de planta cuadrada amplia, reducida a la mitad al construir la catedral gótica e instalar, en la parte inferior la capilla de Sant Esteve. Es claramente de estilo lombardo, formado por seis pisos o plantas adornadas muy severamente por arquerías y bandas lombardas y grupos de ventanas sencillas en la tercera planta y ventanas dobles con columnas en los tres restantes. Algunos autores opinan que la parte inferior es del siglo XI y la superior del XII.
Su aspecto es magnífico tanto por su elegancia y estilización que la altura le proporciona como por su austeridad.



LA FACHADA.

El Cabildo, siendo obispo Sever Anther, puso a subasta la construcción de la primera fase de la portalada que fue concedida al arquitecto de Vic, Francesc Puig. A finales del 1684 se termina esta primera parte y en el 1691 se empieza la segunda dirigida por Pere Baró, Pere Bret y Bartomeu Soriano. El tercer cuerpo fue aceptado por Soriano y, bajo su dirección, se debe la modificación vertical de las pilastras y columnas con la construcción de balcones a uno y otro lado consiguiendo una mayor armonía horizontal.

Luego se procedió a la construcción del rosetón llegándose solo hasta la mitad por la interrupción de las obras hasta el 1729, en que se contrata la fase que comprendía las estatuas de la Fe y de la Esperanza y terminación del rosetón con su correspondiente vidriera. Se pararon definitivamente las obras en el 1740. En el año 1957 el obispo Cartanyà impulsó la terminación de la portada según el proyecto de Pere Costa con la construcción de una galería de anchos ventanales y la colocación de las estatuas dentro de las siete hornacinas vacías todas ellas obra de artistas gerundenses como Domènec Fita, Josep Mª Bohigas, Antoni Casamort y Jaume Busquets. Toda la fachada de un barroco moderado y elegante, dentro de las estructuras renacentistas, se halla desprovisto de excesos decorativos y tiene forma de un retablo de altar formado por tres cuerpos superpuestos y por el gran rosetón que constituye el más preciado elemento coronado por un florón triangular con ornamentos florales. La galería, acabada en el 1962, le da una mayor excelencia y acentúa su horizontalidad en beneficio de la estructura de la gran fábrica.















LA ESCALINATA.
La suntuosa y monumental escalinata fue construida en el 1690 por iniciativa del obispo Miquel Ponch sobre el proyecto del 1607. Consta de noventa escalones anchos, altos y espaciados y está dividida en tres rellanos. La balaustrada limita uno y otro lado con las tradicionales bolas coronando los pilares, es esbelta y proporcionada y los entrantes existentes en los rellanos le dan excelencia y graciosa estructura tanto por su mesura como por su grandeza.





































































































nuevas viviendas alrededor del casco antiguo, por lo que las casas quedaron vacías y allí se instalaron los judíos. Hoy día, pocos judíos viven en la judería de Girona, pero quedan aún buenas pruebas de la historia de la ciudad en las fachadas y en los dichos populares actuales. Por ejemplo, si entráis en la tienda de souvenirs y regalos de la calle Força núm 16, veréis parte de una antigua casa (ventana y puerta, tapiadas).

Siguiendo por el Carrer de la Força, llegamos a la Catedral de Girona y su impresionante escalinata. ¡Que no sirva como excusa para no visitar la catedral! La entrada es de pago pero merece bien una visita, por ser la Catedral Gótica de una sola nave más grande de Europa y, también por su encantador claustro. La Catedral es uno de los puntos neurálgicos de la vida de Girona. Allí “conoceréis” a Sant Narcís, el patrón de la ciudad que, según la leyenda, protegió Girona de la invasión de los Franceses. Cuando el rey francés abrió la tumba de San Narciso, salieron una infinidad de moscas que consiguieron matar al rey. De aquí que en Barcelona se decretara eliminar todas las referencias y monumentos a Sant Narcís “por si las moscas” (por si acaso). Seguramente lo que mató al rey francés fue la malaria (transmitida por un insecto) y no un puñado de moscas, pero no me digáis que no es curiosa esta leyenda para explicar el origen de esta popular expresión!















Tras la visita a la Catedral podemos volver a bajar las escaleras de la Catedral. Las mismas que subieron Els Marrecs de Salt, la colla castellera de Girona. Fijaos en este video… ¡Piel de Junto a la Catedral, están los Baños Árabes que, en realidad son de estilo románico, construidos en el siglo XII cuando los baños árabes estaban de moda. Pueden visitarse en el interior y, aunque son pequeños, la visita resulta interesante para conocer más de cerca una de las tradiciones más milenarias de la ciudad. Desde la terraza de los baños árabes hay buenas vistas a la Catedral de Girona y a San Felix, que también puede visitarse. Precio baños árabes: 2 euros.
Continuamos por la Pujada de Sant Feliu y el Carrer de les Ballesteries para acercarnos al río Onyar, una de las imágenes más típicas y cautivadoras de Girona (ya os lo decía yo que las ciudades con río tienen un no-se-qué). Para cruzar al otro lado del río hay varios puentes que merece la pena atravesar. Mi preferido es el Pont de Ferro (de hierro), diseñado por el mismísimo Gustave Eiffel – realmente, las coincidencias entre Girona y París son bastantes… ¿Quizás será también por eso que me gusta tanto Girona? Otro de los puentes encantadores es el deSant Agustí, cada vez más lleno de candados que sellan amores al más puro estilo “Pont des Ars” parisino.














Desde el puente de Sant Agustí observaréis que todas las casas del río tienen color, excepto una que está pintada de color blanco. Se trata de la Fundación Casa Rafael Masó, la única casa del río abierta al pública que permite ver Girona desde un nuevo punto de vista, a la vez que se visita una casa típica de principios del siglo XX. Rafael Masó fue un importante arquitecto catalán que se unió a los artistas que crearían el Noucentisme (Novecentismo), la alternativa al Modernismo. El arquitecto vivió en esa casa y diseñó gran parte del mobiliario, que se conserva tal y como era en esa época. Vidrieras preciosas, baldosas que hoy todavía se considerarían modernas, muebles novecentistas y una oportunidad única para imaginar la vida en una de las casas típicas del río. La Casa Rafael Masó acepta visitas tanto de individuales como de grupos (máx 8 personas) pero aconseja reservar previamente (en su tienda física situada en la misma calle, por teléfono o por internet). El precio de la entrada general es de 5 euros y está abierta de lunes a domingo, excepto festivos locales y nacionales.





Otra de las visitas más impresionantes en Girona es el Refugio Antiaéreo de la Guerra Civil. Está situado bajo un parque infantil y gestionado por el Museu d’Història de la Ciutat. Tuve la oportunidad de entrar e incluso experimentar durante apenas un minuto (con un montaje de audio y sin luz) cómo se vivían los bombardeos dentro del Refugio. Claustrofobia, sensación de impotencia y un ruido agónico. La visita resultó de lo más impactante (e incluso agobiante). Quedamos todos sin aliento. No puedo ni imaginar cómo debería ser pasar varias horas seguidas dentro del refugio con las bombas retumbando sobre las paredes. Las visitas del Refugio Antiaéreo están pensadas para grupos y es imprescindible la visita previa. Podéis consultar en la web del Museo de Historia para concertar cita.



















































































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